Escribir, por ejemplo

El gusto por la crónica lo tengo desde temprana edad, la prueba de ello es que durante mis años de secundaria registré sinnúmero de eventos, atesorando muchos recuerdos personales. Memorias de Secundaria nació como un diario íntimo, que al principio eran tan solo hojas dispersas en medio de mis cuadernos de apuntes de clases; luego esas hojas pasaron a un folder y posteriormente, ya al salir de la secundaria, a punto de destruirlas, decidí pasarlas en limpio a un libro de actas y llené 99 folios con letra manuscrita, donde descansaron estos recuerdos casi 40 años.

Ahora presento en este mi primer libro de andanzas personales, los recuerdos propios y colectivos, el recuento de mis años de adolescencia, compendio de memorias de lo que aprendí, padecí y gocé dentro de esas aulas. Lo he escrito como tributo a la juventud, al aprendizaje y nuestros mentores, al primer amor y a la amistad, igual que lo hacía Gabriel García Márquez, que escribía para sus amigos, para ser felices acordándose los unos a los otros, mientras existan. Memorias de Secundaria es una obra de ficción al 2%, todo lo demás sucedió tal cual se cuenta: fechas, lugares, nombres, situaciones, los personajes y hasta la coprotagonista son reales.

Es una historia que ocurre y discurre en la recién construida Secundaria Federal «Boca del Río» durante la segunda mitad de los años 70s. Nos lleva a evocar los métodos de enseñanza, los uniformes, las tareas, la disciplina, las travesuras y la tortura sufrida por un amor no correspondido, donde «Ella» es el motivo de la historia que, más de 40 años después, llega a sus manos.


Sinceramente me pareció importante reescribir este compendio de vivencias juveniles, que tal vez sólo le interese a un centenar de personas de sesenta años o más de experiencia de vida. Pero será un tributo a nuestra primera etapa juvenil, con hormonas bullendo por las venas, con ideas disparatadas y sueños colosales. Por todo ello merece ser compartido y quizás trascienda a las nuevas generaciones y comprendan que el tiempo no cambia la forma de vivir esas experiencias. Igual se enamoran hoy en día con un mensaje de texto, cuando antaño bastaba un papelito que cruzaba por una cadena de manos cómplices. El efecto es el mismo. Quizás no se estudie con igual ahínco la noche anterior a un examen final, porque hoy basta entrar a un portal de internet y obtener las respuestas muchas veces erróneas. Tal vez ya no se emocionen como nosotros ante el descubrimiento de unas células en el microscopio, o lanzarse con ímpetu de saltimbanqui al vacío desde una loma arenosa o de memorizarse las fórmulas de la acetona o del gas propano o la resolución del teorema de Pitágoras. Ahora prefieren estar cazando a narcotraficantes rápidos y furiosos en juegos 3D y a la vez auto retratándose para cientos de seguidores en Instagram.

Sin embargo, las emociones son las mismas, los enojos más frecuentes ante un mundo que no entienden y reglas que no son para ellos. A nosotros también nos molestaba llevar el cabello corto, la camisa fajada o blancas calcetas para deportes y a las chicas cuidar la altura de las faldas o evitar el maquillaje. Compartimos muchas similitudes con la juventud de nuestros hijos y nietos, aunque la tecnología digital llegue a transformarnos.

La educación que recibimos en aquellas aulas seguramente fue muy distinta a la que hoy se imparte. Los programas de estudio han cambiado, las intenciones del gobierno de formar personas tal vez no sean las de hace 50 años, pero debemos convenir que los conocimientos y valores que recibimos entonces nos guiaron y fueron forjando a los adultos que somos hoy.

Que su lectura les sea divertida y los llene de remembranzas para no olvidar todo lo que fuimos. Les comparto lo mejor de esta etapa imborrable de nuestras vidas que celebro haber gozado con mis maestros, mis amigos, compañeros de clase y sobre todo, con quienes ya se adelantaron a nuestro ciclo.

Toluca, México

2017, 2018, 2023

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